martes, 6 de mayo de 2008

ESPERO NO SENTIRME NUNCA ASÍ.

Quisiera pedir perdón.
Quisiera pedir perdón por haber malgastado mi vida
estudiando una carrera, haciendo un doctorado y preparando
una oposición, mientras los demás se labraban un porvenir.
Quisiera pedir perdón por no haberme dado cuenta de que
los institutos no son lugares donde se va a aprender, sino
guarderías, y que mi función no consiste en enseñar, sino en
cuidar a los hijos de todos aquellos que sí realizan un trabajo
productivo y provechoso para la sociedad.
Quisiera pedir perdón por no saber hacer mi trabajo y no
aprobar a alumnos que no saben nada, porque cuando llegan a
casa después de un día agotador juegan a la Play Station y ven
Crónicas marcianas con la aquiescencia de sus progenitores que
comprenden, no como yo, lo dura que es la vida del estudiante.
Quisiera pedir perdón por no saber aguantar el desprecio,
la humillación y el insulto diario; incluso la agresión. Quisiera
pedir perdón por querer dignificar mis condiciones laborales,
las condiciones de estudio de mis alumnos y la enseñanza en
general.
Quisiera pedir perdón por no haber sabido aceptar
humildemente mi situación de desprestigio social; por no haber
sabido aceptar que soy un paria, un ciudadano de segunda, un
desecho social, y me lo tengo merecido porque soy un vago que
no quiere trabajar y que sólo piensa en las vacaciones.
Quisiera pedir perdón, en suma, por ser profesor.
De todo corazón.
-----( 13/06/2004) El-País.-Emilio-Garoz-Bejarano/Madrid.---

Pobre hombre. Esta carta se publicó en el diario El País en 2004. La verdad es que la situación que denuncia este profesor es, por desgracia, totalmente real. Se ha perdido la imagen del profesor de antaño como transmisor de sabiduría (no sólo de conocimientos), de ética, de educación, de valores. En definitiva: como profesor de la vida. Ahora se nos ve como auténticos aprovechados. Como gente que sólo se dedica a esta profesión para trabajar poco, ganar mucho y pasar la mayor parte del tiempo de vacaciones. Toda la gente que piensa eso no sabe lo que es ser profesor. Las noches en vela estudiando (durante muchos, muchos años) los nervios, los malabarismos que hay que hacer para ir a clase, no faltar a los congresos y cursos, entregar puntualmente los trabajos, hacer actividades extra para enriquecer el curriculum académico, aprobar los exámenes y, en la mayoría de los casos, incluso trabajar. La labor del estudiante no acaba en ir a clase 5 o 6 horas al día, no es una jornada laboral. Hay muchísimo más trabajo detrás de eso. Ojalá me hubiera dedicado a trabajar desde los 18 años como este buen hombre dice. Pero no. Lo que me espera ahora son años preparando una oposición ( más nervios, más noches en vela estudiando) para conseguir una plaza y entonces dar clase 5 o 6 horas diarias más reuniones de profesores, reuniones de padres, cientos de trabajos y exámenes para corregir, preparación diaria de las clases y buscar la manera de motivar a una juventud que, la gran mayoría, no quiere estar ahí (están porque los obliga la ley) y claro quién tiene la culpa de eso: el profesor. Así que creo que todos los profesores necesitamos y exigimos un mínimo de respeto ya que somos uno de los pilares de la educación de vuestros hijos. Y si después de leer este post seguís pensando que los profesores somos unos vagos y que sólo pensamos en las vacaciones, os ruego que volváis a replanteároslo y que penséis si al terminar vuestra jornada laboral os gustaría llegar a casa y en lugar de descansar viendo la televisión, tuvierais que poneros a corregir exámenes y preparar las clases del día siguiente.
A ver quién es el vago.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Reconozcamos que muchos profesores van a clase y no se toman el interés que requiere esa profesión y eso la ha desprestigiado, pero bien es cierto que los que realmente la sienten como un deber ante la sociedad, son esclavos de su tiempo.
Te felicito.